EL
PÁJARO DIAMANTE
de Rocío Álvarez Albizuri
Un
pájaro
no canta porque tenga una respuesta.
Canta porque tiene una canción.
Proverbio chino
El primer libro de Rocío Álvarez Albizuri
me impactó de manera esperanzadora: con 19 años,
su escritura encerraba lo que se me antojaba una intención
en firme: continuar.
Hoy, cinco años después, tengo entre las
manos su segundo libro, y entre mis ojos, una húmeda
emoción. La combinación de ambas cosas me
indica que algo importante ha pasado: entre un libro y
otro, Rocío ha convertido esa intención en
una realidad.
La poesía de este libro participa de las características
del título: El pájaro diamante.
El pájaro representa lo que vuela y se mueve constantemente
en las alturas. Agilidad y fragilidad en uno.
Así, como si fuese un pájaro, la autora observa
las cosas, la gente, sus sentimientos, ambiciones, miedos,
los resquicios del amor, sin dramatismo ni falsa complicidad.
Algunos de sus poemas son como fotografías: captan
al sujeto en el preciso instante de la vida e inmortalizan
su hálito.
Por otro lado, el diamante, la piedra natural más
dura de la tierra. Su brillo, dicen, eclipsa cualquier
belleza. Una dureza que, más que caparazón,
es firmeza, rotundidad bajo las plumas.
Es decir, una escritura que cabalga entre las alturas y
el corazón mismo de la tierra, sin ceder ante ninguno.
Entre ambos planos, el lector transcurre con absoluta paz,
sin brusquedades ni agresiones, aun cuando "nadie
quiere perdurar/ nadie quiere sobrevivir al clamor de las
cadenas".
Siempre con delicadeza, la poeta nos habla de su visión
del mundo, de lo que es y lo que podría ser, de
la realidad y el otro lado, de la vida y su incesante transcurrir: "Somos
un amanecer atardeciendo".
Rocío no es Godot, ni su sonrisa, no tiene "esa
mirada eterna hacia el cielo buscando respuestas".
Ella es un pájaro y tiene una canción, en
cuyas palabras habita el diamante de la poesía.
Espero, con alegría, esa Prosperidad que nos prometes.
Carmen Salamanca Gallego