Periodismo de investigación
3. Jesús y Menassa, un solo corazón:
el papa miente
Ratzinger es el actual Papa de la Iglesia
Católica.
Según esta religión, una de las principales
en la actual "aldea global", es su guía
espiritual y principal ideólogo. Su palabra, valga
la ironía, va a misa.
En términos empresariales, el lugar que ocupa sería equivalente
al de director general o presidente de una corporación internacional que
tiene miles de empleados y sucursales en prácticamente todos los países
del mundo.
Durante los últimos dos siglos, lo que empezó siendo una sencilla
sociedad familiar de manufactura de madera y afines, acabó siendo una
multinacional que factura millones de euros al año, por varios conceptos,
negocia directamente con los gobiernos de la mayoría
del mundo civilizado y tiene parte activa en la permanencia
o derrocamiento de los mismos, sin contar con las innumerables
transacciones que mantiene con diferentes estamentos y
que, por motivos de seguridad divina, desconocemos.
A todo esto debemos añadir la incontestable presencia que tiene en el
inconsciente individual de la mayoría de los habitantes
de este planeta.
Este éxito abrumador se debe, en gran parte, a la literatura. A todos
nosotros nos han impuesto, en algún momento de nuestra formación,
cierto conocimiento de las sagradas escrituras, es decir,
de la Biblia.
Hoy, año 2011 de nuestra era, las cosas están cambiando. Y, respecto
al tema que nos ocupa, no es la crisis económica el factor determinante.
Más bien, es una crisis de fe lo que preocupa a los dirigentes de la religión
católica, que se traduce, en último término, en menores
ingresos para la Institución eclesial.
Lejos de intentar el famoso examen de conciencia que tanto
preconizan, para averiguar y solucionar la situación, la opción de Ratzinguer es, una vez
más, esconder la cabeza (de la iglesia) bajo tierra: En su último
libro, "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta
la resurrección", dice que religión y política
son dos cosas distintas, incluso contrapuestas.
Y eso es cierto, pero ocurre que la justicia, la igualdad
de oportunidades, el reparto equitativo de la riqueza,
la libertad de expresión, de credo,
la libertad sexual, la cultura para todos y la posibilidad
de amar, viajar o moverse...
En fin, todo eso que la religión católica ha tratado de impedir,
no es política, es, simplemente, el cristianismo
primitivo y original.
Algo de lo que la Iglesia católica ya se ha olvidado.
Carmen Salamanca