PRESENTACIÓN A LA CONFERENCIA DICTADA
POR MIGUEL OSCAR MENASSA, PARA EL CONSEJO DE LA JUVENTUD
DE LA COMUNIDAD DE MADRID, EN EL ATENEO DE MADRID
Miguel Oscar Menassa es un hombre de 70
años, pero
también es una mujer.
Porque, si no ¿cómo explicamos su escritura?
Una escritura que habla de casi todos los temas que preocupan
a la mujer y al hombre de nuestro tiempo, y lo hace de un
modo industrial, ya que ha forjado a su alrededor más
de 50 poetas y 200 psicoanalistas, y todos ellos escriben:
Poesía, teatro, cine, novela, relatos, investigaciones
y ensayos científicos.
Y esto no es para tratar a Menassa de bisexual
ya que, después
de Freud, todos somos bisexuales, sino para hablar de la
disposición a la escritura, ya que él y muchos
de los grandes escritores piensan que se escribe en posición
femenina.
De su poesía han dicho:
Antonio Aliberti: “En Menassa todo confluye en poesía,
la poesía se justifica por sí misma.”.
Alberto Luis Ponzo: “Hay algo que se cumple en la poesía
de Menassa, y es que escribe sobre lo que está pasando,
pero no a cada uno de nosotros, sino lo que está pasando
y deben saber las generaciones futuras”.
Juan Jacobo Bajarlía, (homenaje a Miguel Menassa en
la Biblioteca Nacional, agosto 1995): “Estamos enfrente
de una poesía que instaura los valores inalienables
de la dimensión humana, una poesía en la que
Miguel Menassa funda el objeto polisémico de un fervor
que se hunde en las raíces del hombre para extraer
las verdades absolutas o permanentes, como escribía
Heidegger cuando definía la poesía como la
fundación del ser por la palabra.”
Nicolás del Hierro: “Yo, un poeta de lenta elaboración,
tengo, a fuerza de ser sincero, que descubrirme ante el torrente
hermoso de quienes como tú escriben.”
Leopoldo de Luis (Premio Nacional de Literatura 1979) dice: “Hay
dos clases de poetas: la del que requiebra a la poesía
y la seduce con joyas verbales, y la del que se acuesta con
ella, Menassa es de estos últimos.”
LLEGÓ LA POESÍA Y ME DIJO
Un sí o, bien, un no, me hicieron
abrir nuevos caminos, abandonar caminos.
Hasta que topé, una noche, con la Poesía
me la pasaba volando de un lado para otro
según el capricho de mis tiernas amadas
que del amor, sólo sabían hacer el amor.
La Poesía me dijo con solvencia:
Para vivir, un hombre no necesita volar
menos aún de un lado para otro tras su amada.
Un hombre debe tener los pies a la altura de los pies.
El alma al alcance de una breve caricia,
el sol sobre la tierra a la hora del sol,
el cuerpo y la palabra cual ríos disponibles
y a la noche algún sueño, una historia de amor.
Un hombre tiene todas sus esperanzas en el hombre.
Un hombre tiene como bandera la libertad.
Le da agua al sediento y lucha por un trozo de pan
y ama, hace como que ama pero no sabe amar.
Un hombre, dijo la Poesía, con severidad,
un hombre sabe que morirá y no le importa.
Sabe que muere cuando escribe y, sin embargo, escribe.
Sabe que cada amor le mata y, sin embargo, se enamora.
Un hombre, le dije, ambiciona volar
y aunque no pueda no le importa.
Ambiciona volar, ama la ilusión de volar.
Sentir en ese instante que algún día…
Un hombre, Poesía, es capaz de matar,
es capaz de comerse el corazón amado,
quitarse de la boca con asco un beso de amor
y amar, de sus cautivos amantes, el dinero.
También una tarde cualquiera un hombre
se deja acariciar por una brisa, un aire,
un sentimiento lo golpea en el pecho
y el pobre hombre cayendo se enamora.
Y hace como si tuviera sangre en las venas
y salta y corre y se acaricia con frenesí
y quiere entregarse, totalmente, por amor
y, ahí, viene la policía y lo encarcelan.
¿Me sigues, Poesía? Del hombre
hablamos.
Es capaz de morir por ideales falsos
capaz de hacer la guerra por casi nada
dejar morir su otra mitad, en silencio.
Se mete en el centro del volcán y lo desafía.
Quiere atravesar los océanos con su cuerpo,
tocar la inmensidad, el cielo con sus versos
agujerear el vientre de la montaña, la piedra.
El hombre quiere llegar con sus latidos
al centro desconocido de la tierra,
a la vida íntima de todos sus amantes,
quiere llegar, al corazón de las cosas.
Y se enamora, Poesía,
y se pudre como una flor al sol
cuando alguien se muere o lo abandona.
Magdalena Salamanca