MÁS SUAVE QUE EL DELIRIO DE LA TIERRA
              Las noches transcurrieron reposadas
                en un relente de anhelos envejecidos,
                nadie pronunció palabra.
                Yací inconmensurable y vacía
                envuelta en pieles exquisitas de rumiante decadencia.
                Las voces se recostaron comprimiendo cada rizo,
                aprisionando sin mesura,
                locas de vanidad y encanto,
                libertad de sogas y cuchillos de la malograda existencia.
                Cómo conseguir la realidad inmiscuida,
                cómo respirar en cada pozo del hombre para alcanzarte.
                Esta soledad no será cómplice de ningún
                llanto, 
                ni soportará la incertidumbre de la no despedida. 
                Diré adiós cuando te mire absorto y confuso,
                y te volveré a mirar dos veces más
                agitando mi cuerpo lentamente
                en la suavidad del odio de mis besos,
                con todo el goce de mi frágil deseo.
                Cuándo llegaré a tu puerta a absorber de un suspiro
                milenario
                el tiempo de mi tiempo, en el delirio de la tierra,
                cuándo.
                Este dolor es insoportable,
                no quiero despertar tu sueño con un grito,
                ni arrancar a pedazos los versos escritos,
                ni morir relegada a las últimas filas del placer furtivo
                de unas risas,
                no quiero.
                Déjame estar quieta e insomne,
                abrir ventanas y tirar todo el mundo, 
                todo mi mundo abajo.
                Amor cómo explicarte que no soy yo,
  ¿no lo ves?,
                se abalanzó sobre mí esta torpe y desmedida ceguera,
                callada para esconder todos los cauces 
                que irrefrenablemente desembocaron en tu mirada.
              Susana Lorente