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29
de abril de 2010
Miguel Oscar Menassa candidato al Premio Nobel
de Literatura 2010 en la Asociación de Escritores y Artistas
Españoles

El poeta Miguel Oscar Menassa recitando con el acompañamiento
de Pablo Borrego,
violonchelista miembro de la Orquesta de la Comunidad de Madrid
Por Emilio Porta
Vicesecretario de la Asociación de Escritores
y Artistas Españoles
Los retratos al óleo de los Presidentes de la Asociación
de Escritores y Artistas, la más antigua Asociación
de Escritores de habla hispana del mundo, y el busto de Don Antonio
Machado, miembro de la Asociación, presidían el acto.
Desde Núñez de Arce, a Castelar, Canalejas, Diaz-Plaja… una
larga lista de ilustres escritores que presidieron la AEAE flanquearon
la intervención del poeta Miguel Oscar Menassa. Un recital
que tuve el honor de coordinar desde la mesa y pronunciar las palabras
de bienvenida, y también el placer de compartir con la presentadora
del escritor, Alejandra Menassa de Lucía.
El salón, lleno, se disponía a albergar una efemérides.
Y digo bien: porque, como dije al terminar la lectura de Miguel
Oscar Menassa, esa lectura me hizo, al cabo de los años,
reencontrar el sentido más profundo de la Poesía.
El, con su palabra y su gesto, consiguió que en el Salón
de Actos se escucharan de nuevo los ecos de los cinco miembros
de la Asociación de Escritores que fueron, anteriormente,
premios Nobel de Literatura: Echegaray, Benavente, Juan Ramón
Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela, a
los que ojalá se una el poeta.
Menassa es, sin duda, una figura
literaria universal. Una voz única,
diferenciada, que llena de armonía y forma los contenidos
de su escritura. Armonía en la construcción, belleza
en las imágenes, autenticidad en el discurso, ritmo… y
fuerza, la infinita fuerza que da el don de concitar el poder del
lenguaje con la imaginación, la percepción y la mirada
con la expresión de las mismas.
Es Miguel Oscar Menassa candidato,
en 2010, al Nobel de Literatura. Y lo es por derecho propio.
Más de 100 asociaciones literarias
de prestigio de todo el mundo, entre ellas la Asociación
de Escritores y Artistas Españoles, avalan su figura. Después
de oírle recitar, ninguno de los presentes podrá dudar
del merecimiento, no sólo de la candidatura, sino de la
justicia que conllevaría el otorgamiento del Premio.
Obra y trayectoria confluyen
en uno de los poetas más importantes
de estos dos siglos, el XX y el XXI, que él cabalga con
sabiduría y maestría literaria. Y filosófica
también. Porque Miguel Oscar Menassa, además de Poeta
con mayúsculas, es un extraordinario pensador en el que
se aúnan inteligencia y un conocimiento profundo de la
vida y su materia.
Creador del alma del mundo
si la tuviera, viajero del universo y sus secretos, pocas veces
me ha llegado a impresionar tanto la voz de un poeta en el estrado.
Su recital, con la música,
espléndida música, que nos regaló con su violoncelo
Pablo Borrego - que dio un toque mágico más a la
tarde - nos llevó en volandas, durante una hora inolvidable,
a enlazar el cielo con la Tierra.
Allí, mirándonos con la cercanía del que
sabe mirar sin los ojos, Miguel Oscar Menassa se fundió con
todos los habitantes de la Historia y todos los transcursos del
Universo. El nos habló desde dentro, con un lenguaje culto
y sencillo, que contenía el paso de la vida y el tiempo,
de su vida y su tiempo, haciéndolos nuestros, con palabras
que dignifican el lenguaje y nos hacen darle todo su valor. Ese
lenguaje vertido a través del idioma universal, el español,
el castellano, ya para siempre la lengua de ambas orillas del gran
océano que no separa, que sólo une. Ese lenguaje
que nos llevó, la tarde del 29 de Abril de 2010, de la mano
de un escritor histórico, a interiorizar que la Poesía
es la quintaesencia escrita de la vida. Si anteriormente no lo
sabíamos, Menassa nos lo hizo comprender.
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LA POESÍA
DE MIGUEL OSCAR MENASSA
Alejandra Menassa de Lucia
Estamos aquí esta tarde para escuchar a Miguel Oscar Menassa,
poeta que comenzó a publicar así casi 50 años.
Su ópera prima: Pequeña historia vio la luz en 1961,
y desde entonces no ha dejado de escribir, contando en este momento
con 23 títulos de poesía, y otra veintena entre psicoanálisis,
novela y narrativa. En calidad de lectora de su obra, hoy represento
a todos aquellos que hemos nacido entre sus letras, nos hemos
alimentado de sus fórmulas, hemos crecido en el abono de
sus páginas escritas, y por tanto, al cobijo del árbol
de su inmensa capacidad de amar. Miguel Oscar Menassa es un autor
hecho fundamentalmente por la poesía y el psicoanálisis,
aunque también es médico, editor, pintor
y cineasta. Su compromiso con estas disciplinas le ha llevado
a ser maestro de poetas y de psicoanalistas, fundando la Escuela
de psicoanálisis y poesía Grupo Cero.
Por su incursión en tan variadas disciplinas, ha sido nombrado
muchas veces como “un hombre del renacimiento”, aunque él
prefiere llamarlo pluriempleo. Sin embargo, el renacimiento es un
movimiento que hace resucitar en el arte y la cultura los textos
de la antigüedad clásica, que hace renacer a los clásicos
griegos. Lo que produce el autor que hoy nos ocupa, no es una vuelta
a nacer de algo que ya había sido producido otrora, sino
el nacimiento primo de algo totalmente nuevo: el campo poesía
y psicoanálisis.
La poesía de Miguel Oscar Menassa es un animal poético
herido mortalmente por la daga del psicoanálisis. Es una
poesía impensable antes del surgimiento de esta ciencia.
Los hombres y mujeres que habitan los versos de Menassa son perlas
ensartadas en el hilo finísimo del psicoanálisis,
es decir, son poemas habitados por sujetos deseantes. La
metáfora en Menassa no es comparación ornamental,
joya verbal, sino que es metáfora del sujeto.
No son versos de la naturaleza vegetal, sino de la naturaleza humana,
no se trata de la naturalización del hombre, sino de la
humanización de la naturaleza, del mundo, al más
puro estilo prosopopéyico de Germán Pardo García.
Es una poesía hecha de carne.
Leopoldo de Luis, nuestro querido Premio nacional de literatura,
decía de la poesía de Menassa: “Hay dos clases
de poetas: la del que requiebra a la poesía y la seduce
con joyas verbales, y la del que se acuesta con ella, Menassa es
de estos últimos.”
Saber hacer, en Miguel Oscar Menassa, siempre va acompañado
de un saber mostrar. Escribe, psicoanaliza, pinta etc., y nos dice
cómo. Es un maestro que lejos de ocultar celosamente el
diamante de su conocimiento, lo entrega a otros, para que el brillo
no se apague y lo hace por la vía, siempre posible de ser
transitada por otros, de la escritura. A la generosidad del creador
se une en Menassa, la del investigador y la del maestro.
Una poesía humana que no olvida ninguno de los temas humanos:
la muerte, la mujer, el amor, la locura, el hombre, el tiempo,
la propia poesía.
Si es posible el poema, es posible la vida. Por eso Menassa ha
seguido escribiendo a pesar de todo, a pesar de la
ignorancia de los Estados, a pesar de la pusilanimidad de algunos
poetas, a pesar de la máquina de estupidizar de la cultura
moderna, contra todo pronóstico, a pesar de sí mismo
incluso, a favor siempre de la poesía y de la vida. Y su
trayectoria de trabajador de la poesía y de la cultura,
ha conducido a que este año 2010, la Asociación Internacional
de Escritores de Ohio, le haya propuesto como candidato al premio
Nobel de Literatura, con el apoyo de más de cien instituciones
de Brasil, Méjico, Argentina y España, entre las
que se encuentra esta prestigiosa Asociación de Escritores
y Artistas Españoles.
Hoy va a acompañar los poemas leídos en la voz del
poeta, el violonchelista Pablo Borrego, que nació en Madrid
en 1967 en el seno de una familia de músicos. Ha estudiado
violoncello con Pedro Corostola (Real Conservatorio Superior de
Música de Madrid), Sefan Popov (Guildhall School of Music
and Drama en Londres), Ivan Moniguetti (Escuela Superior de Música “Reina
Sofía” en Madrid) y Marcal Cervera (Barcelona). Ha
colaborado con varias orquestas tanto sinfónicas como de
cámara. Actualmente es miembro de la Orquesta de la Comunidad
de Madrid y creador de conjunto de violoncellos fusionaf. Seguro
que vamos a disfrutar mucho hoy, sin más, les dejo con estos
dos virtuosos.
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Punto de vista
de Paloma Benito Fernández
Dos
voces en una palabra
No era sólo en la voz del poeta donde cantaban las palabras,
otros sonidos vinieron, aquella tarde, a entrelazarse con los fonemas
para alcanzar elevadas esferas de expresión y sensibilidad,
las de dos artistas, Miguel Óscar Menassa y Pablo Borrego
que, por vez primera decidieron, desde el respeto y la admiración
mutua, colocarse frente a frente para ofrecernos, en un único
recital, innumerables melodías cargadas de nostalgia, deseo,
algarabía, pasión y muerte. La velada se inauguraba
con el ilustre Adiós Nonino de Piazzolla para dar
la entrada a los versos de La patria del poeta, que, por
cierto, es tierra de tangos, una tierra sembrada de improvisaciones
en sol menor, re mayor y la menor y arada por algunos versos que
vaticinaban, aun sin saberlo, la fecundación, en un mismo
embrión, de cuerdas vocales e instrumentales: “Apóstol
del verbo, en mi garganta nacieron desde el primer encuentro, mil
cuerdas oceánicas y cantoras…”. Un nuevo tango,
esta vez de Carlos Gardel El día que me quieras,
clausuraba ese primer movimiento.
Sin solución
de continuidad, tres danzas de la Suite
I de Bach acompañaban algunos versos más en
el segundo tiempo: la marea baja del Preludio mecíalos
arpegios deshojados de Poesía 2000, la excitación
rítmica, en tempo ternario, de la Courante, dibujaría el
perfil del estremecimiento ante la Lejanía y los
acentos quebrados de la Sarabanda vendrían a recordarnos
que Hay
cosas de la infancia que no vuelven. Tras una cadencia “rota” por
los insistentes, aunque entusiastas, aplausos del público,
tal vez poco acostumbrado a los protocolos de llamada “música
culta”, cuatro melodías tradicionales de aire celta
para el tercer movimiento: El hombre vuela, se hace nostalgia,
vuela “agazapado, esperando el sonido”, quizá el
de Star of the County Down, A los cincuenta años…”el
baile sin pareja, la música sin fondo” al compás
de la danza country Pool’s Hole, No tengo
que dejarme cegar por luz alguna y Cuando se abran los
vientres en los tempos larghetto y andante de The
Flower of the Quern y Parson’s Fareweell respectivamente,
despidiendo la sección.
La Giguede la Suite II de Bach, en la sombría
tonalidad de re menor, ilustra El adiós del poeta, el
encuentro con la cultura y la necesidad ineludible de proseguir
su viaje, y lo hace de la mano de varios textos pertenecientes
al volumen La poesía y yo, a modo de cuarto movimiento.
En Sin buscar sentidos enuncia: “pisar
aquí y allá, quedarse siempre en el mismo sitio y
volar”, como los continuos giros de rotación
y traslación de un vals, en esta ocasión, del romántico
Chopin y Ni como tú ni como yo continúa
explorando los “exóticos manjares y preludios” de
la música nacionalista rusa.
Un nuevo solo interrumpe el codiciado verbo, el tango Oblivión de
Piazzolla despliega la voz más profunda y emotiva del violonchelo
y el canto de la Siciliana de Von Paradis tendrá el
honor de acompañar Soy me doy cuenta, una auténtica
oda a esa libertad que pide el poema, una libertad infinita: “Más
que una danza para ser bailada por todos, una danza que tenga,
de todos, el movimiento más preciso”. Cada nota en
su compás, cada palabra en su verso, sin que falte ni sobre
nada en esta recién creada sinfonía. Callan las cuerdas,
escuchamos los últimos versos de Viví como pude: “ningún
amor ama mi soledad, fantasma de fantasmas sin cadenas”,
y es que quizá, después de esa emancipación
tan anhelada, todavía queden algunas cadenas por violar,
las del silencio, ese silencio que confiesa amar el poeta y que
resulta necesario para puntuar cualquier acontecer de la vida misma,
ya transcurra entre sonidos o entre palabras.
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