NO VE LA ROSA EN EL TEATRO
Ayer disfruté de un espectáculo: una representación
teatral de un guión escrito en 1989, hablando de lo
que sucede a los múltiples hombres y mujeres con las
múltiples mujeres y hombres que nos habitan.
Cuando se ha leído una novela y después se
puede disfrutar de ella en el cine o teatro, el espectador
puede ser un crítico contaminado por la sucesión
de unos hechos que cree conocer, esperando la frase exacta
y la mueca correspondiente.
Y cuando lo que se representa respeta el texto, por haber
sido correctamente adaptado (en este caso tomando material
del propio autor), el producto sorprende en su puesta en
escena, como un sueño, y permite la singularidad artística
creando no sólo un escenario inédito, sino
al propio espectador incluido en un tiempo recurrente marcado
y puntuado por la labor grupal, de un equipo técnico,
que ha sido trabajado también por el guión.
Palabra y cuerpo bailando un tango en una obra teatral
ejecutada por Chicky Álvarez y Elena Conchello, representando
distintos personajes de No Ve La Rosa, obra de Miguel Menassa,
que ayer jueves 17 de febrero de 2011, pudimos contemplar
en el Salón de Actos Fundación Progreso y
Cultura en la calle Maldonado 53 de Madrid.
La ficha técnica, desglosa una serie de trabajadores:
bastidores de condensación y desplazamiento son los
mecanismos que la poesía permite en todos los géneros.
Tal vez radique ahí el éxito que puede alcanzar
esta obra: los actores son interpretados por una escucha
poética y ahí, se puede soñar.
Evaristo: “yo soy el muerto que habla”
Josefina: “no soy tus sueños, soy la quietud
más íntima que te impide soñar”
La obra, en su momento de concluir, dice en boca de Josefina,
la misma frase con la que, en el instante de ver, comenzó Evaristo: “todo
me da miedo, ya que nada de lo que diga podrá estar
alejado de mí sino la longitud de mi brazo derecho
que es, normalmente, el brazo que extiendo para tocar más
allá, de mis labios, un cuerpo”
El tiempo de comprender es algo que invito a presenciar
a todos ustedes. Una obra de teatro y una puesta en escena
que genera el deseo de volver a leer y volver al teatro.
Carlos Fernández