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2 de diciembre de 2009

Hemos recibido

La importancia de la literatura Intervención de Carmen Salamanca en el I Seminario de Integración y Promoción Social de Personas con discapacidad


Carmen Salamanca, Gerente de la Editorial Grupo Cero, durante su intervención en el seminario
celebrado en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid

El I Seminario de Integración y Promoción Social de Personas con discapacidad a través de actividades culturales y/o artísticas, que se celebró el día 13 de noviembre en el Salón de Actos de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, fue organizado por la Asociación Argandini.

LA IMPORTANCIA DE LA LITERATURA
“I Seminario de Integración y Promoción Social
de Personas con discapacidad”

“Alguien pidió consejo a Timón sobre la educación de sus hijos. Haz que les enseñen, dijo éste, aquello que jamás podrán concebir.” (Goethe)

Frente a un título tan amplio como éste, más que ideas, me surgen  preguntas. Aceptamos la premisa: la literatura es importante, pero ¿por qué? ¿de qué naturaleza es esa importancia? ¿para quién es importante? ¿qué relación tiene con la integración y promoción social de personas con discapacidad? Y, por supuesto, ¿qué es literatura?

Vayamos por partes.

Literatura: derivado del latino litera, está relacionado con el arte de leer y escribir, y con dos disciplinas básicas de la cultura grecolatina: la gramática y la retórica.

Leer y escribir son dos instrumentos con que el hombre ha contado  para comunicarse entre sí, a lo largo de la historia. La literatura es, básicamente, un acto de comunicación, y como tal, se sustenta sobre tres pilares básicos: el emisor (escritor), el mensaje (texto) y el receptor (lector).

Pero esta sencilla fórmula se complica cuando incluimos el factor de universalidad espacio-temporal, inherente a la escritura. Ahí, las posibilidades de comunicación aumentan exponencialmente.

La escritura traspasa las fronteras geográficas y políticas. “En cada libro hay un hombre que me habla”, dice el poeta Miguel Oscar Menassa, por eso, a veces, el poder establecido persigue los textos cuya lectura podría poner en peligro su permanencia. Recordemos que, en toda revolución, hubo un poeta poniendo palabras a la pasión del pueblo.

Y, además, la escritura es lo que perdura en el tiempo, podemos acceder al pensamiento de escritores de hace 2.000 años y comprobaremos que hoy tienen plena vigencia.

No sabemos exactamente lo que ocurrió, sabemos lo que está escrito que ocurrió. La literatura, entonces, es importante para la humanidad, porque guarda su saber a través del tiempo.

A lo largo de la historia se ha constatado una dificultad para señalar criterios seguros para definir con precisión los rasgos caracterizadores de la literariedad. No cualquier escrito es considerado literario. ¿Qué es, entonces, lo que diferencia la literatura?

No consideramos como tales los comunicados oficiales, noticias periodísticas, textos científicos, etc., que tienen una finalidad legislativa, informativa, didáctica, etc., y responden a un motivo concreto y material. En cambio, el cuento, la novela, el teatro o la poesía son considerados literarios. Veamos qué tienen en común:

Su temática excede siempre lo pragmático, lo puntual, y tiende, como hemos dicho, a lo universal, a lo humano.

La técnica debe incluir un proceso creativo.

Pero hay una característica esencial para que un texto sea considerado literario, y es que el resultado, su lectura, produzca satisfacción, goce o placer en el lector.

Los mecanismos por los que esto ocurre fueron estudiados por Sigmund Freud, en 1907, en un escrito titulado “El poeta y los sueños diurnos”, que comienza preguntándose de dónde extrae el poeta (que califica de personalidad singularísima), sus temas.

Una puntualización: Freud utiliza la palabra poeta para denominar a quienes  parecen crear los temas libremente, y no precisamente los poetas “que más estima la crítica, sino otros más modestos: los escritores de novelas, cuentos y poesía, los cuales encuentran, sin embargo, más numerosos y entusiastas lectores.”

"¿No habremos de buscar ya en el niño las primeras huellas de la actividad poética?", se pregunta. La actividad favorita y más intensa del niño es el juego. Acaso sea lícito afirmar que todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un orden nuevo, grato para él. La antítesis del juego no es la realidad sino la gravedad.

El niño juega y no se avergüenza, no lo oculta; en cambio, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta a los demás, las considera como una cosa íntima y personalísima y, “en rigor, preferiría confesar sus culpas a comunicar sus fantasías.”

El juego de los niños es regido por sus deseos, sobre todo por aquel deseo que tanto coadyuva a su educación, el deseo de ser adulto. Siempre juega a ser mayor, no tiene motivo para ocultar su deseo. El adulto, en cambio, sabe que de él se espera ya que no juegue ni fantasee, sino que obre en el mundo real; y además, entre los deseos que engendran sus fantasías hay algunos que le es preciso ocultar, por eso se avergüenza de sus fantasías como de algo pueril e ilícito.

En la fantasía se juntan los tres factores temporales que rigen nuestra actividad representativa: la labor anímica se enlaza a una impresión actual que despierta uno de los grandes deseos del sujeto, y regresa a un recuerdo donde quedó insatisfecho ese deseo. Crea una situación para el futuro donde ese deseo se realiza.

“El pretérito, el presente y el futuro aparecen como engarzados en el hilo del deseo, que pasa a través de ellos”, dice Freud.

El poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio, esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin dejar de diferenciarlo resueltamente de la realidad. Mucho de lo que, siendo real, no podría procurar placer ninguno, puede procurarlo como juego de la fantasía, y muchas emociones penosas en sí mismas pueden convertirse en una fuente de placer para el auditorio del poeta. Éste es el mecanismo.

Aprendemos a hablar generalmente en la familia, casi sin darnos cuenta, pero podríamos afirmar que el primer gran reto, vital, de todo humano es aprender a leer y escribir. Y solemos creer que ya sabemos hacerlo cuando reconocemos y traducimos los signos escritos y podemos juntar las letras en un papel, formando palabras y frases coherentes.

Pero es ahí, cuando sabemos manejar el instrumento (lectura y escritura), cuando realmente empieza la aventura.

Es corriente de opinión en nuestros días, la idea de que el escritor nace escritor, que en su información genética figura la capacidad o habilidad para el ejercicio de esa actividad.

Del mismo modo, no se pone en cuestión la musa, la inspiración divina que, caprichosamente, elige a algunos (muy pocos) para depositar su arte, su maestría inalcanzable.

Ambas ideas limitan peligrosamente el ejercicio mayoritario del derecho de todo humano a una forma de expresión tan “natural” como el habla.

Ante ello, el sujeto de a pie (todos lo somos frente a LA ESCRITURA) es el primer y más duro censor de esas líneas, tímidas, secretas, que inevitablemente necesitó escribir en algún momento.

"Es una tontería”, “son muy malos” o “escribo para mí” son respuestas usuales, aprendidas sin rebelión y hasta parecería que queda bien pronunciarlas.

Bajo esta aparente modestia se oculta una negación de la idea de trabajo, con su materia prima, su elaboración y su producto final. Pensar la escritura como trabajo permite romper los moldes clásicos de tener o no tener, ser o no ser desde el principio.

En esa dirección, el taller de escritura posibilita la producción de materiales impensables para el sujeto aislado. Es entre otros donde se mueve el deseo, donde los escritos pasan de ser objetos despreciados a creaciones grupales y, por tanto, sociales.

La lectura amplía el imaginario. Nos permite conocer mundos a los que no tendríamos acceso material de otra manera.

Nos permite vivir experiencias, vidas que no sabíamos siquiera que existieran. Acceder a pensamientos que nos muestran otras maneras de enfrentar la realidad. Al tener más instrumentos, dispongo de otras respuestas, la realidad se modaliza.

Y es que el ser humano sólo puede imaginar las cosas cuyas palabras conoce. Es una regla sencilla: más palabras, más vida. Nuevas combinaciones de palabras: otra vida.

Con el imaginario ampliado, la escritura permite que pongamos en juego nuestra fantasía, y todo lo que eso implica. Que sea ella quien dirija las manos hacia esos lugares deseados, aunque desconocidos, dándoles materialidad y existencia. El resultado es siempre sorpresivo porque produce combinaciones de las que el sujeto nada sabía y eso, indudablemente, hace crecer.

Son las dos caras de una misma moneda, el proceso creativo, porque, sin una lectura previa, hay muy pocas posibilidades de escribir.    

La literatura, por tanto, es una experiencia donde el texto, esa creación que antes no existía, modifica tanto al emisor (el escritor) como al receptor (el lector). El proceso creativo modifica la mirada del sujeto sobre el mundo.

Y esto ocurre en todos los casos, también en las personas con discapacidad intelectual. Porque una "discapacidad intelectual" no implica discapacidad creativa.

Aun no siendo su finalidad principal, el beneficio terapéutico de la escritura es innegable, especialmente en personas con discapacidad.

Aumenta su capacidad de comunicación con los demás, de manera rápida y, por supuesto, agradable. 

Favorece el crecimiento personal del sujeto, su visión del mundo y sus posibilidades de intervención en él.

Despierta y pone a funcionar el deseo. Ayuda a superar las barreras que se alzan entre cada yo y los demás.

Volviendo a la cita de Goethe, la literatura, a través de la lectura y la escritura, es "aquello que jamás podrán concebir". O, lo que es lo mismo, el instrumento educativo por excelencia.

 

Carmen Salamanca Gallego
Gerente de la Editorial Grupo Cero
Secretaria de Redacción de la revista "Las 2001 noches"
Coordinadora de talleres de escritura

13 de diciembre de 2009

Punto de vista
De Vicente Prada

Querida Carmen,

Interesante el recorrido histórico que en la conferencia haces sobre la escritura para paso a paso ir desgranando esa posibilidad como un trabajo, un trabajo de producción para que la lectura (fundamental para escribir) produzca transformación y consiguientemente un producto final (en el caso de la poesía, el poema; unión de pensamiento y materia).

Mostrar al público en general que el discapacitado PUEDE (si desea) porque la creación literaria no es resultado de la inspiración ni de las musas.

Enhorabuena por esta conferencia -a modo de conversación- tan enriquecedora.

Un saludo,

Vicente Prada.

 

 

CALENDARIO 2009

Noche de Tango con Leandro y Guido Briscioli
Comentario sobre la publicación del Nº 108 de Las 2001 Noches
34 Años del Segundo Manifiesto Grupo Cero
Presentación del libro Árbol de Sol en Viladecans (Barcelona)
Carmen Salamanca y Alejandra Menassa recitan en El Rincón del Arte
2008

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