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El psicoanalista jubilado
 
 
 

 

 

21 de marzo de 2013

Presentación del libro de Ruy Henríquez "El paradigma cartesiano de lo mental"


Borja Cabezón presentó el libro de Ruy Henríquez en la Libería Altazor de Majadahonda

Presentación de Borja Cabezón

Palabras de Ruy Henríquez


Borja Cabezón y Ruy Heníquez momentos antes de comenzar la presentación


Lectura de la presentación


Palabras del autor


Después de las presentaciones el público se animó a hablar con el autor

PRESENTACIÓN DE BORJA CABEZÓN

Tengo el gusto de presentar hoy el libro “El paradigma cartesiano de lo mental” de Ruy Henríquez, publicado por la Editorial Plaza y Valdés.

A muchos habrá de extrañar que un político presente un libro de filosofía, sobre todo si el libro no trata precisamente, como es el caso, de filosofía política o de filosofía de la economía, sino de epistemología y filosofía de la mente. Pero la relación de la política con la filosofía en general, tiene sus raíces en los orígenes mismos de la filosofía y de la propia política.

Como todos sabemos la filosofía surgió como disciplina en la constitución de los primeros estados griegos en los que la democracia hizo sus intentos iniciales de dirigir los destinos del hombre. Esta disciplina filosófica fue una reacción frente a la demagogia y las falacias promovidas por los grandes maestros de la sofística, que rápidamente se habían adueñado de los auditorios y de las masas populares. La decadencia de la cultura griega que ello entrañaba, empujó entonces a un puñado de intelectuales y artistas a desvelar el manto de mentiras en el que se había convertido la vida política y social de los hombres.

La tarea del sofista era buscar la adhesión de su auditorio a las tesis que presentaba y para ello hacía recurso a ensalzar sus convicciones previas. El auditorio no tenía que hacer ningún esfuerzo ante la seducción elogiosa del sofista, sino simplemente trasladar sus afectos de lo que ya creía previamente a lo que se le presentaba como argumento. En realidad, en el discurso del sofista no había nada nuevo, sino que trataba de ensalzar y hacer más fuertes los prejuicios de su auditorio, en la defensa de lo ya conocido.

El filósofo, por el contrario, exigía de su auditorio un esfuerzo, un cambio de posición frente a lo nuevo, pues lo que quería de su auditorio no eran sólo sus afectos, sino también su adhesión racional frente a la novedad de sus argumentos.

Hoy podemos sentirnos agradecidos de ser herederos de esta lucha que defendió a la humanidad de los enemigos de la cultura y que hubo de permitirnos alcanzar un grado de civilización inimaginable sin ella.

La filosofía, como la ciencia, tiene como objetivo despertar a los hombres de sus sueños. Descartes se vio inmerso en un gran proceso de transformación del pensamiento cuando, como portavoz de la Revolución Copernicana, se propuso, junto con Galileo, la matematización del mundo físico, desmantelando el ensueño que siglos de aristotelismo habían dejado. Tanto él como Galileo fueron perseguidos por los poderes conservadores y reaccionarios.

La política, en momentos como los que vivimos, debe volverse a la cultura, pues allí está el verdadero poder del hombre. Los prejuicios, la ignorancia, en definitiva, la incultura, no son más que otros tantos modos de someterlo, de mantenerlo atado a formas antiguas de pensamiento.

Pero el hombre nunca ha sabido reconocer completamente las ventajas que le ofrece el trabajo. No ve con buenos ojos lo que lo aleja de los pensamientos conocidos y familiares. Por eso la democracia constituye siempre un reto, pues ella nos pide siempre cambiar nuestras ideas, modificar nuestras convicciones y aprender a conversar con aquellos que no piensan como nosotros. En definitiva, para ser demócrata hay que hacer un trabajo. La cultura requiere un esfuerzo, un trabajo que, desgraciadamente, no siempre estamos dispuestos a hacer.

Tenemos que saber, sin embargo, que las fuerzas que atentan contra la cultura y la civilización siguen tan presentes hoy, como en la antigua Grecia.

El Dr. Sigmund Freud habló de tres tareas imposibles: psicoanalizar, educar y hacer política. Pero ¿qué significa que sean imposibles? Significa que la materia de estas tres tareas es el hombre y que no pueden llevarse adelante sino de manera grupal, es decir, con la implicación del otro. Nadie podrá psicoanalizar, educar o gobernar sin la participación activa del otro, pues son tareas exquisitamente comunitarias.

Pero que sean imposibles, también significa, y principalmente, que su labor no puede dejar nunca de realizarse.

Muchas gracias.

Borja Cabezón
Portavoz del Partido Socialista de Majadahonda

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PALABRAS DE RUY HENRÍQUEZ

Quiero agradecer en primer lugar a África y a Paco, de la Librería Altazor, por su amabilidad al acogernos hoy para la realización de este acto. En segundo lugar me gustaría agradecer a Marcos de Miguel y a Lidia, de la Editorial Plaza y Valdés, por su generosidad al permitirme publicar este libro. A Borja Cabezón, portavoz del PSOE de Majadahonda, por acceder a presentarlo. A pesar de tener una agenda tan apretada, siempre tiene un lugar en ella para los amigos y para la cultura. A mi esposa Socorro Montes de Oca, por su ayuda inconmensurable. Y a vosotros por acudir tan gentilmente a esta convocatoria.

Como invitación a la lectura de este libro, quería dirigiros algunas pocas palabras. Todo en el hombre es una construcción, es producto de un trabajo, fundamentalmente un trabajo de escritura. Todos aquellos conceptos que hoy vivimos y sentimos como naturales o que parecen habernos acompañado siempre, fueron, en algún momento histórico, producidos: fueron escritos. Hasta los besos que nos damos, los apretones de mano, los abrazos, antes de ser incorporados a nuestra vida cotidiana, estuvieron en las páginas de algún libro, de algún poeta. También nuestra alma, nuestro yo, nuestra conciencia tienen su historia.

Descartes no es sólo el nombre de un filósofo, sino el nombre de un pensamiento que determina algunas de las formas de pensar de una gran mayoría de la población actual. Y cuando hablo de la población actual, incluyo a todos, también a los intelectuales, a los políticos, a los parados y a los médicos.

Célebre por su fórmula racionalista “pienso, luego existo”, su escritura ha dado forma a algunas de nuestras más arraigadas convicciones acerca de la mente, de la conciencia, de la razón y de la propia ciencia.

Pretender superar un pensamiento tan firmemente asentado, sin conocer las páginas en las que está escrita es un error en el que sigue cayendo la filosofía, que declara superado un pensamiento sólo porque se produjo hace casi 400 años. Parece olvidarse que el tiempo histórico del pensamiento no es el tiempo cronológico de nuestra vida cotidiana, que el tiempo de la escritura trastorna siempre el tiempo del reloj. Es lo que hace que autores como Spinoza sean más modernos que muchos filósofos contemporáneos.

Descartes llevó a cabo una lucha contra el aristotelismo de su tiempo. No quiero aburrirlos con esta historia, pero fue un momento importante de la historia del pensamiento, pues la Revolución Copernicana, de la cual Descartes fue uno de sus primeros representantes, vino a romper la hegemonía que tenían los sentidos en el orden del conocimiento.

Pues bien, pienso que el aristotelismo no fue enteramente derrotado y que en venganza viene ofreciendo una versión caricaturesca del pensamiento cartesiano, desfigurándolo y parodiándolo. La lucha entre las distintas formas de pensamiento sigue en pie y nuestra vida cotidiana es su escenario. Podría decirse que en nosotros conviven cotidianamente las formas de pensamiento más antagónicas: Desde el animismo hasta la ciencia, pasando por la religión y la filosofía. Aunque no hayamos leído una página de Descartes, somos cartesianos, pero también somos bastante aristotélicos y a veces ni llegamos a eso: nos quedamos en la magia y en la superstición.

Desde hace algo más de un siglo una nueva escritura vino a subvertir el racionalismo cartesiano. Allí donde se decía “pienso, luego existo”, el psicoanálisis vino a decir “soy donde no pienso”. El sujeto cartesiano, único e indiviso, se dividió, pasando la conciencia a ocupar un papel secundario. Si con Copérnico la Tierra había dejado de ocupar el centro del Universo, desde que Freud escribiera La interpretación de los sueños, el hombre ya no es el amo de su propia casa: lo inconsciente lo determina todo en su alma sin que él, apenas, se de cuenta.

Quiero decir con esto que, como dice Menassa, en los libros han muerto ya pensamientos e ideas, que siguen viviendo en nuestros corazones. Si queremos entender algo de nuestra vida, tenemos que ir a leer en ellos lo que ahora estamos viviendo.

Muchas gracias.

Ruy Henríquez

 

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