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El psicoanalista jubilado
 
 
 

 

 

14 de febrero de 2013

Convocatoria

Extraordinario recital de poesía de Lucía Serrano


La poeta Lucía Serrano acompañada por su hijo Leandro Briscioli y su nieto Franco

Presentación de Magdalena Salamanca

Presentación de Virginia Valdominos

 


Virginia Valdominos presentó a la poeta


Virginia Valdominos y Lucía Serrano


Magdalena Salamanca también presentó a Lucía Serrano


Magdalena Salamanca y Lucía Serrano


Magdalena Salamanca y Lucía Serrano

   


La sala se llenó. Clémence Loonis grabó recital

   


Miguel Martínez


Todas las salas de la Escuela se llenaron


Carmen Salamanca y Miguel Oscar Menassa


Miguel Oscar Menassa y Lucía Serrano se funden en un abrazo


Norma Menassa y Lucía Serrano


Lucía Serrano, Amelia Díez y Miguel Oscar Menassa


Virginia Valdominos y Miguel Oscar Menassa


Leandro y Franco Briscioli


Alejandra Menassa y Helena Trujillo

Pilar Rojas y Magdalena Salamanca Paola Duchên y Norma Menassa
   


Gracia Guadalix, Mónica Torremocha, Natalia y Hernán Kozak


Adrián Castaño


Franco Briscioli


Lucía Serrano y Leandro Briscioli


Soledad Caballero, Luía Serrano y Amelia Díez


La autora firmó varios ejemplares de sus obras

PRESENTACIÓN DEL RECITAL DE POESÍA DE LA POETA ARGENTINA, LUCÍA SERRANO

Reconocer que algunas cosas son inmejorables es posible, por eso, quisiera comenzar la presentación de este recital leyendo el prólogo que Miguel Oscar Menassa hace al primer libro Blues de la Corona, titulado ACERCA DE LOS ESCRITOS DE LUCIA SERRANO. Dice así:

Como una limpia catarata que corre lentamente aún cuando venga de lo alto, sus versos con un tinte siempre filosófico y amable pasean con desenvoltura extrema sobre todas las preguntas, y no es que respondan u orienten acerca de un camino o una respuesta posible sino más bien, como la misma pasión, nada quieren saber de los sentidos, nada quieren saber de ninguna conclusión.

A pesar de una, aparente, terca insistencia en el amor, Lucía Serrano siempre nos habla, aunque no lo quiera del todo, del incontenible y siempre fugaz deseo.
A veces, un Dios, aparece entre sus versos, para desaparecer, rápidamente, más que un Dios, son exaltaciones de la propia poesía, lo que aparece para decirnos que algo es posible, aún, para el hombre moderno y eso que es posible, tiene más que ver con la poesía que con el hombre mismo.

Ella vuela en sus versos y también, a veces, cae en picada sobre las cosas más cotidianas: un hijo, un amor, una esperanza.

La posibilidad de la existencia de alguien superior, aunque más no sea un maestro, alegra su escritura hasta el paroxismo, será por eso, me digo, que la lectura de este libro es como un gran paseo por las altas montañas y las inmensas llanuras y los bajos fondos del alma y una que otra calle céntrica de la ciudad y la orilla de un río y un pequeño paseo en bicicleta o el sencillo recorrido de un beso entre la niebla.
Saludo la entrada de una nueva escritora en el mundo de los sueños, esperando que ella, también pueda permitírselo.                                            Miguel Oscar Menassa

Para construir al poeta que nos habita, sabemos que hay que hacer un trabajo. Desde 1995, fecha de publicación de su primer libro: Blues para la corona, hemos podido ser testigos de la producción edita e inédita de Lucía Serrano. Mística del caos, Dialogo entre el loco y el poeta, La ineptitud de los Vampiros y Sueños de la prisión, nos hablan del polimorfismo que la poesía alcanza cuando el poeta entrega sus manos al vacío.

En todos ellos y en cada uno, la vemos desatarse como bestia encadenada, encarcelada, condenada a la libertad más exigente: la del poema. En él se zambulle entregada a los desaires, sin importarle, exactamente, el resultado; como una enamorada lo hace a los brazos de su amado. Y no es casualidad, que hoy, día de los enamorados, presentemos a esta poeta, porque como decía Federico García Lorca;

La poesía no quiere adeptos, quiere amantes.

Ella misma contesta al Loco en un diálogo de inconfesables consecuencias: El amor está muy cerca de ti, búscalo y lo encontrarás. Verso que viene a certificar la afirmación del maestro, cuando nos anticipaba en el prologo que: A pesar de una, aparente, terca insistencia en el amor, Lucía Serrano siempre nos habla, aunque no lo quiera del todo, del incontenible y siempre fugaz deseo.

Pero no es esta la única suerte de obediencia que hacen coincidir las palabras del prologo con la trayectoria de la poeta. Cinco años más tarde, en la Introducción de La ineptitud de los vampiros, libro de ineludible lectura, recordamos de nuevo una verdad anticipada sobre su escritura: Es el lenguaje el que manda, él es Dios mismo.

Un poeta es un mundo encerrado en un hombre, nos decía Víctor Hugo, y así, Contra viento y marea, ella, la poeta, esclava de Dios, rigurosa y tenaz, se dirige a la mujer:

Háblale al silencio, hasta que alguna vez tu voz, no mate lo que vuela.

Sorprendida por el flujo de implicación de su alma poética, avanzo en la lectura y recuerdo otra frase del prólogo: Ella vuela en sus versos. Y para que esta frase sea una novedad, como nos decía Aleixandre: La poesía tiene que ser humana, si no es humana no es poesía. En sueños de la prisión se funde su humanidad y la sentencia final del prólogo donde Menassa saluda: la entrada de una nueva escritora en el mundo de los sueños, esperando que ella, también pueda permitírselo.     

Sentada desde la página 55 de su más reciente publicación, como marca de agua, ella habla: Diosa, ven, escúchame, sácalo. Él sin ti, es nada para mí.

Amante y mujer-arco iris, madre futura, acróbata de la soledad, sirena de la alquimia y ágil serpiente disimulada entre los brillos de la selva, sigue su andadura hacia lo inédito, en busca de un destino aún por descubrir: El poeta habita los imposibles y nostálgico vaga entre las sombras, sediento por encontrar lo que ya no recuerda que buscaba.

Esperamos con ansia, pájaro enamorado del fuego, “Mascaras” que “Una leyenda de amor”, “Reviente” “Como la misma pasión” “La sangre que faltaba” en una “Ciudad gótica”. Libros todos ellos pendientes de publicación.

Gracias por tu lealtad, obediencia y perseverancia.

Magdalena Salamanca

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14 de febrero de 2013
Día de los enamorados

RECITAL DE POESÍA DE LA POETA ARGENTINA LUCÍA SERRANO
PRESENTACIÓN DEL RECITAL POR VIRGINIA VALDOMINOS

-ATLAS ES UNA METÁFORA-

¿Quién es Lucía Serrano?

El algoritmo de la palabra se abre al amor que habita en la poesía. “Demostraré en apariencia ser un distraído que confunde los pasos siguientes, después escribiré mil páginas hasta encontrarlo entre las letras”, dice la poeta “lo único que espero es no traicionar la voz que vive en el lenguaje, las huellas de mi raza, el fluir de esa sangre.”

Me enfrento a un ser vivo.

Nos advierte del infortunio de la voz en su destino inmortal: “una vez recuerdo haber visto florecer a un hombre. Fue en los desamparados huecos vacíos de todos los suburbios”.

¿Por qué se pregunta la poeta? donde dormir es imposible.

“Hablaba mucho y tenía un sufrimiento particular frente al sufrimiento.
Mi primaria naturaleza era hablar con los hombres de esta tierra, aunque yo deseara el silencio, escenario donde ascendía a los cielos, preservando en los vuelos a una presencia angélica que no se conocía”.

“El corazón, empobrecido cual cordero malherido, no imaginó habitar palacios donde vive un aristócrata.
Ama por su falta de fé en el horizonte, aquello que no puede, las dudas de su mente, que siempre le proponen al corazón inquieto, un reto a duelo.”

“Un amor en libertad es lo único que todavía me exalta”.

“Intelecto sobrepasando audacias, prefiere el retroceso, aquello que desecha”.

“Hasta lo universal tiene límite, frente a una existencia que lo niega”.

Los que elogian al poeta en sus bordes del cuerpo. Los que elogian el cuerpo del poeta. Los que elogian. Esa es la alegoría de la palabra, el elogio se solivianta e indica, certero y acertado el desacato de las apariencias y el misterio de la voz de Lucía en las cadenas de las palabras que se abren una tras otra, al horizonte de la mística en forma de poema, de hoz fulgurante e hiriente que saja la verdad y la desparrama en las páginas de varios libros, entre mis manos: “Mística del caos”, “sueños de la prisión”, diálogo entre el loco y el poeta” y la ineptitud de los vampiros, a sabiendas de “Blues para la corona”. El otrora otorgamiento que se me ha conferido, la misión incalculable de presentar a una poeta, en su cuna, en su página y su historia detallada en la historia del hombre que aún, por historia no se sabe. El poeta es también un hombre normal. El cisne tiembla, frente a tu mirada tiembla. No es fácil misión la que se plantea y el alpinismo está de moda en los cielos que la palabra nos trae. Nos solivianta indiscriminadamente en los versos cuando dice: “un corazón intransitable derramando su sangre en márgenes abiertas”, se refiere al semen? “latido interior haciendo florecer otra humanidad”. La feminidad está en la poeta. Su registro es el de la palabra. “El que faltaba, tuvimos que reconocer, no era un ser de este planeta”. “El jerarca se propone de amante y es el sujeto de esa jerarquía sin límites”. “Es un pensador representante del espíritu nuevo, dice, “la más alta jerarquía de la alianza del arte con la ciencia”.

“Algunas historias de amor, son la clave de nuestras más grandes debilidades”.

“Mi amor carece de deseos, ama todo”.

Hay una pulcritud en la poeta y una seducción, su timidez. Se muestra tímidamente, se enraíza al verso desnudo y se desenfada, en la similicadencia del deseo, en la regina de los dioses que, acaecidos en la distancia, fracasan incomprensiblemente cuando ella, se levanta regia del verbo.

Es místico el verbo hablar, es místico el caos que en la poeta aparece y desaparece. Es una veta iridiscente la que trabaja. Se barajan las cuatro posibilidades, el marco de los sueños, de un lado, las alianzas al futuro, del otro, en todo caso la palabra prevalece, el último intento de la poeta es la palabra y también el primer intento del vocabulario que se abre vocablo en la vertiente oceánica del orden del vértice. El orden del desorden, dirían algunos compañeros, pero yo me decanto más por la mística. La poeta prevalece sobre los prejuicios de las apariencias y el marco aquel, que se desangraba a orillas de la penumbra con que la poeta nos solivianta, el marco empapado de pus y de mocos, se hace vertiginoso vértice del cuerpo de la poeta, constreñido en algunas frases grandilocuentes con que los vampiros tragicómicos se trastocan. Energúmenos distantes energúmenos, humillando sutilmente y sin ningún compromiso, las fieras que la palabra hace luz. Casi sin rebaño, en medio de una tierra desechada, la cabra corría de arriba abajo en la pradera retozando los largos montes de cuernos que el cordero envilecido por el canto de los pedregales, afirmaba consecuentemente en la ira de la locura. La cabra, sin embargo, balaba locamente el amor que su rastro dejaba en la vereda y recordaba el camino que una vez, un sabio, recorrió de rodillas. El sabio era el fengsu de una tribu nicaragüense, parece coña, pero no lo es. El sabio retomó su distancia despedregada de ramales y rarezas y confesó entre asombros de la muchedumbre que un quejido del cielo, un estruendo incalculable de palabras, se vio una vez aturdido, sobre la ciudad. Dislocando los hombros de los hermanos, los hombres vivían deshumanizados, en las alcobas de los transeúntes. Eran un paso, un paso lento y locuaz, pero la poeta no lo ve así. Ella quiere vivir, quiere aniquilar tajantemente los vampiros y despedirse de una vez para todas hacia los lados del universo, las batallas que siempre alcanzaron en su porvenir la grandeza de un día. Que la fuerza de la palabra se halle entre nosotros. Que el canto universal sea un signo de nuestro amor es la desidia del tiempo que nos abandona y lúgubre destino traba. El amor, señores poetas, dice la escritura que se apiada de nosotros, es del mundo. Oigo voces sonoras que me aclaman y dictan las palabras últimas, inútiles del llanto: El ritmo se hace incandescente cuando la llamarada de los estallidos se hace irremediable. “la luz entre diferentes heridas donde el amor no llega”. Nos llegan las heridas del poeta, nos llegan los cantos luminosos de su aliento pero el poeta, el alma del poeta, no nos pertenece. Al viento, lo que es del viento.

Y la tristeza se apiada de nosotros para demorarnos en un renglón. Oiga majestad, no adivino su rastro en este aliento, hálito inquebrantable del poema, la historia languidece a su paso entre la obra y el arte que la poeta marca. Ritmo de tambores lejanos.

Su escritura se abre en un mito incierto de futuro. Su rostro, acá en España se dice rostro, el manto nocturno lo acompaña en llamarada infernal, mas yace entro nosotros, los nuestros son nosotros.

En sueños de la prisión nos dicta el legado de una mujer en el encuentro con un hombre, como de legado tortuoso, sometido al único tormento de la tormenta, del ser del más allá de mí, el legado propio.

“Duerme sultana.
Lento caminan
Los corazones que no tiemblan.
Nada esperan”.

Lucía Serrano nace en Buenos Aires el 13 de julio de 1948. Cronológicamente perfecta, la poesía de Lucía Serrano es provocativa, peliaguda y vivaz y también elocuente y clara. La poeta se odia a sí misma, la poeta se ama a sí misma. Sabedora de la verdad, no ve. Vaga distraída esperando el poema que la constituya.

El elemento ardiente la metáfora. Se evade de la ausencia y se vacía de elementos extraños en la poesía, ni siquiera sabemos de ella sino es por el misterio de unos versos desnudos que extrañamente combinados nos marcan un destino al estilo de la poeta, un deje, un tiempo particular que alarga los abismos del verso, a la elocuencia del misterio, como de agua, en la que flotar. Hay un sostén en el poema de Lucía Serrano, hay una llave a un estado.

Me llama la atención la acaecida formación de los versos. Endecasílabos disfrazados de vergüenza, de misticismo y de romanticismo proponiendo un nuevo orden de las cosas, más inspirador del cráneo que del seso. La inteligencia del sorber.

La virtud es un bien femenino a condición de no mostrarlo, como muestra en el poema de la página 49 cuando dice “busco que algún demonio me ayude a colgar decrépita virtud”. Nos preguntamos por el estado de la poeta, si es tan salvaje como refleja en su esplendor. El vagabundo sabe a condición de no saber que sabe. El ojo del huracán se distancia de nosotros en los versos que insaciables siguen separándose de nosotros en lo humano que sólo los humanos dignifican. ¿Qué significa esta palabra en esta escritura? “lento lamento que no logra morir entre nosotros”, “pálido secreto me avergüenzas ostentando tu fuerza. Virtuosa sencillez que yo no respetaba”.

¿A dónde van los muertos que no mueren?
Se pregunta Lucía como de agua.

Virginia Valdominos

 

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