Periodismo de investigación
Son las seis de la mañana...
Son las seis de la mañana, Pedro tiene que esperar una hora porque hay huelga en el metro. Que haya tanta gente en el anden les protege algo del frió.
Hoy se ha llevado la comida, porque este mes ha pagado el primer plazo del material escolar de sus hijos, y hay que ahorrar de alguna forma.
Esta nervioso, aunque le hayan bajado el sueldo y le hayan quitado días de asuntos propios, tiene que fichar en la oficina y no sabe si llegara a tiempo.
Le duele un poco la muela, pero poco, así que eso puede esperar.
Lo importante ahora es que a su madre le den fecha para la operación antes de siete meses.
Por una parte esta tranquilo, su hermano y su cuñada, se han ido a vivir con sus padres y podrán ayudarles.
El lado bueno es que Pedro ya no bebe ni fuma, ni se altera por el fútbol, que es casi todo de pago, así que puede pasar más tiempo con su familia y pueden ver juntos la tele.
EL PODER
La violencia de los manifestantes fue excesiva,
por eso tuvimos que contrarrestar sus piedras,
con nuestras bombas.
¿No es violento arrancarle a un hombre
el brillo del futuro de sus pupilas?
Quitarle el trabajo,
llevarlo a una vida medieval en el s.XXI,
tenerlo todo el día ensimismado pensando
si podrá dar de comer a sus hijos.
¿No es violento que anide en el la desesperanza,
la sensación de que las protestas no sirven,
que la palabra no es suficiente
y que debe callarse y esperar?
¿No es violento vivir sabiendo que no podrá pagar sus deudas,
por que las deudas de sus gobernantes,
lo aplastaran a el y a las próximas generaciones?
¿No es violento estar atemorizado,
ver que el enemigo es tan grande,
que no se puede alcanzar,
y sin darse cuenta,
comenzar a creer que es el vecino,
quien me ataca?
¿No es violento que nos cuenten lo sucedido sin sonrojarse,
y nadie sea responsable, nadie sea juzgado,
salvo pequeños accidentes del camino,
y la impunidad haga relucir sus sonrisas?
¿Qué piensa?
Tiene razón,
atacaron con piedras,
seguro que no eran suyas,
los voy a detener por apropiación indebida.
Por Hernán Kozak