6 de noviembre de 2012
Inauguración de la Exposición de Pintura de Miguel Oscar Menassa en Las Rozas

Miguel Oscar Menassa acompañado por Carlos Delgado, comisario de la exposición
inaugurada en la sala de exposiciones del auditorio Joaquín Rodrigo de Las Rozas
"Pinturas de Miguel Oscar Menassa" por Carlos Delgado

Un espacio para el arte

Miguel Oscar Menassa y Amelia Díez

Alejandra Menassa y Francisco Ortíz

Miguel Martínez, Francisco Oríz y Virginia Valdominos

Amelia Díez y Olga de Lucia

Manuel Menassa y Clémence Loonis

Miguel Oscar Menassa

Miguel Martínez, Miguel Oscar Menassa y Virginia Valdominos

Virginia Valdominos, Claire Deloupy, Francisco Ortíz y Miguel Martínez

Olga de Lucia, Magdalena Salamanca y Teresa Poy

Paola Duchên

Francisco Oríz y Amelia Díez

Miguel Martínez

Olga de Lucia y Claire Deloupy

Alejandra Menassa, Susana Lorente, Roberto González y Magdalena Salamanca

Ruy Heníquez y Carmen Salamanca

Los asistente escucharon la presentación que hizo de la muestra Carlos Delgado

Fue una certera y emotiva presentación de la obra de Menassa



Miguel Oscar Menassa leyó algunos poema de su libro "El hombre y yo"

Miguel Oscar Menassa

Carlos Delgado

Miguel Oscar Menassa junto a "El verdadero viaje"


Magdalena Salamanca y Carlos Delgado

Ruy Henríquez, Miguel Oscar Menassa y Fabián Menassa

Amelia Díez y Norma Menassa

Miguel Oscar Menassa y Virginia Valdominos acompañados por algunos de los asistentes

Clémence Loonis y Cruz González

Tambén hubo lugar para la obra escrita del pintor

Desde Ourense acudió José Ramón Fernández Morgade, presidente del Círculo Poético orensano.
le acompañan una amiga y el entrenador del D. C. Grupo Cero. Al fondo Carlos Fernández

Carlos Fernández y José Ramón Fernández Morgade

José Ramón Fernández Morgade y Miguel Oscar Menassa
PINTURAS DE MIGUEL OSCAR MENASSA
“Todo ese asunto de la materia y de la forma, ¡cuántos viejos cuentos de copulación sugiere!”
J.Lacan. Aún
Miguel Oscar Menassa realiza una pintura absolutamente personal, hasta el punto que incluso el espectador más despistado no tardará en identificar el nombre de su autor. Y, sin embargo, no encontraremos un camino de una sola vía en la exploración que el artista hace de la materia, la forma y el color. Estos tres conceptos, claves en el desarrollo formal de su pintura, son asumidos con absoluta libertad, sin carácter programático, lo que por otro lado hace difícil distinguir en la obra pictórica de Menassa etapas o fases claramente diferenciadas. Como si se moviera en otro plano, al margen de tradicionales cuestiones evolutivas o cronológicas, el pintor ha asumido el gesto procesual de un instante como parte esencial de su pintura. Esto nos lleva a entender cada uno de sus trabajos de manera independiente, como el registro de una experiencia creativa única; o dicho de otra manera, Menassa convierte el soporte en un espacio para un acontecimiento, más que para un cuadro. En este sentido se expresaba Harold Rosenberg en 1959, a propósito de las experiencias abstractas de la Escuela de Nueva York, cuyos integrantes –herederos directos de las técnicas automáticas del surrealismo europeo- veían en el soporte una arena en la que obrar, más que un espacio en el que reproducir un objeto. Sin embargo, Menassa parece haber llegado a estas mismas conclusiones a través de un trabajo intuitivo, sin claros referentes históricos, lo que otorga a su producción un carácter de incómoda extrañeza a la hora de inscribirla en los desarrollos consabidos de las artes plásticas contemporáneas.
Si en su obra poética Menassa rescata las palabras del proceso de erosión al que las somete su uso común, en su producción pictórica la materia se desliza sobre el lienzo violentando las normas de la representación. Su manera de aplicar el pigmento, arrastrándolo con la espátula, perfilándolo con el pincel o proyectándolo directamente desde el tubo de pintura, nos revela una versatilidad técnica que busca la expresión, por encima de la convención representativa. En este aspecto enlaza con los pioneros de la abstracción. Y a la vez, inevitablemente, resulta casi automática en el espectador la identificación del contenido de la obra con esos títulos tan concretos, a veces netamente narrativos, que parecen revelarse como el trasunto de la disposición de la materia sobre el soporte. Figuración y abstracción abren entonces un conflicto de fuerzas, sin que ambos términos marquen un límite respecto al otro. En esta tensión con la posibilidad de una lectura referencial, Menassa no nos presta su mirada, sino que busca activar la nuestra. Podemos distraernos descubriendo el contorno de una mujer desnuda o la orografía de un paisaje específico, sin caer en la cuenta de que aquello que estamos viendo es sencillamente la construcción, a través de medios puramente plásticos, de un pensamiento.
La mirada de Menassa desborda los límites de las convenciones, como también la disposición de los cuadros en esta nueva muestra desborda la lógica del espacio expositivo moderno. El montaje que se ha diseñado para esta ocasión tiene que ver más con aquellas Wunderkammern o Cámaras de maravillas que, antes de la definición del concepto de museo a finales del siglo XVIII, presentaban estancias saturadas de objetos raros y dignos de admiración por su exotismo. Como ocurría en aquellos ámbitos, en esta exposición no es posible ningún tipo de lectura dogmática ni lineal, lo que obliga al espectador a adoptar sus propias directrices, a definir una experiencia autónoma a la hora de enfrentarse con las obras. Universo de preguntas constantes, la pintura de Menassa nos envuelve y nos interroga.
Carlos Delgado
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