MI PRIMER DÍA EN EL BALLET
No, no me ha dado por cumplir ningún sueño infantil. No me he enfundado las mallas y las zapatillas ni moveré mis músculos al ritmo de sutiles melodías. Ayer fui a ver mi primer espectáculo de danza, nada más y nada menos que a ver la obra El Lago de los Cisnes, interpretada por el Ballet Nacional de Cuba, compañía dirigida por Alicia Alonso.
Nunca dejo de sorprenderme con lo que la vida te regala. Asombrada pues de encontrarme viendo a uno de los mejores grupos de danza del mundo, disfruté con todos mis sentidos, que son más de cinco, y ello nos lo demuestra la propia Alicia Alonso, que aún a sus 91 años y ciega dirige esta compañía de bailarines y sigue subiéndose a los escenarios.
Disfrutamos de un elenco de grandes artistas que nos demostraron el poder de la grupalidad, sus efectos sublimes. Compaginar en una unidad estética tantas diferencias corporales, emocionales y psíquicas, pone de relieve la importancia de la dirección. Todos a una y moveremos el mundo. Sutiles movimientos, extraordinaria belleza, delicados tutús que, entre giro y giro, generaban la ilusión de estar bailando con ellos al ritmo de la música.
Se cierra el telón y las puertas del tren, vuelvo a mi asiento, a la vida cotidiana, despierto de mi ensoñación. No soy esa bailarina que agujerea el piso, apasionada, con la punta de sus dedos. No soy ese fornido y estilizado bailarín que acompasa el cuerpo de su amada. No soy ese pájaro de grandes alas movidas al compás de instrumentos de cuerda. Soy la que con sus ojos abiertos supo apreciar el valor transformador del trabajo, deseo puesto más allá del propio narcisismo. Soy la que se dejó llevar por las emociones cuando se levantó el telón y empezó la danza. Soy la nueva enamorada de los escenarios, la que quiere dejarse seducir, día tras día, por las grandes obras de la Humanidad.
Helena Trujillo
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EL LAGO DE LOS CISNES Y SU BELLA ALICIA ALONSO
Fuimos al ballet
5 de octubre de 2011
Sincrónicas bellezas se engarzan a un cisne, bellísimo, de plumas apasionadas. Se llama danza, cuerpos modelados apenas tan sublimes. Suntuosos, tiemblan al hilo de pasajes eróticos, mousse de viento lírico, a un momento destino donde esta muerte es bella. Amadas aguas, contra los violines que Tchaikovsky nos regaló algún día, en esas díadas retrospectivas de trompeta y teclas lanzadas a la eternidad.
Sendos cuerpos, volando entre nosotros. Marcan los movimientos, cielo y tierra al unísono, soñando un mundo nuevo, en que los cisnes no hayan de ser cazados, en ese paraíso que mañana nos traerá un oír la dicha, de la música entre clásicas coronas de distancia.
Un juego perfecto, volátiles piruetas donde los gimnastas agitan su delicado perfume de tutú, en nuestras petrificadas almas que, desfallecidas por ser otras latitudes, pompas de jabón acercan a ese inmenso lago en que los cisnes hacen el amor.
Las notas se alzan al amanecer y, el pájaro de fuego cuya belleza se transforma, salta para tocar el techo que Dios propuso a los hombres.
Vuelven los cazadores, pero el pájaro que vigila, y esta vez la romántica serie de giros de muñeca, arrancan nuestro ser en un aplauso que ya no se olvidará jamás, que nos retiene de por vida, pintando un cielo ruso, un amor cubano, un puente tendido a nuestros sueños.
¡Disparo de alegría por ese bufón que nos diluye a veces, y nos ama!
¡Viva Cuba! ¡Viva Tchaikovsky!
¡Viva la Humanidad y su tiempo!
Virginia Valdominos