HIMNO A LA BAJEZA
Grita la toga un instante de justicia
ante la contundente sentencia al oprimido.
¡Qué bella es la locura en manos de la ley!
Sueña el padre con sus códigos
escritos por ecuménicos oradores,
pero la venganza alza su brazo
cuando la burla desnuda la noche.
No llore señor juez
¿cuántas veces su aire de hombre poderoso
enmudeció a los que cometieron el error de enamorarse?
¿cuántos asesinos, gracias a su mano diestra,
comparten conmigo el desayuno?
La justicia pide libertad
no quiere más habitáculos de madera noble
simulando la última cena,
ni voces populares
que opinen sentencias en sus ratos libres.
La justicia, fustiga la carne del juez en la intimidad
porque Dios, que puso ojos en todas las manos
y creó memorias a punta de dedo,
sabe que el hombre ni siendo padre,
sienta jurisprudencia sobre sus demonios.
Magdalena Salamanca