Punto de vista
Susana Lorente
El recorrido se empezó a construir con la voz de Hernán Kozak cuando los pensamientos lucubraban expectantes y los gestos dispersaban la angustia de lo nuevo. La Escritura y la Poesía evocaron una existencia humana, una historia verdadera de nuestros pueblos, creando un tiempo diferente en la función poética, produciendo y anticipando la realidad. Fue ahí cuando nos dimos cuenta de que si César Vallejo no hubiera escrito sobre “Pedro Rojas”, nada sabríamos de él. Ese trabajo en la escritura y la lectura de poetas convertía en factible la posibilidad de la Poesía para todos, y la idea de genio y de inspiración se convirtieron en meros artificios de poder al contacto con el primer “Cadáver Exquisito” del curso.
Aún con los murmullos rozando la bulla de corazones inquietos, Manuel Menassa continuó haciendo alusión a grandes poetas que se sirvieron de las letras para enaltecer la Poesía Social y la Guerra, como algo inherente a la condición humana. Con el devenir de los siglos las creaciones artísticas fueron transformándose, destacó la poesía épica de lenguaje elevado y ambiente belicoso en cantos de gloria y héroes, como en la “Ilíada” de Homero o el “Canto del Mío Cid”. Exaltaciones de la guerra y alabanzas al poderoso que dieron ya paso en el siglo XIX al soldado, al pueblo, con la denuncia de la guerra, poesía comprometida con el otro, acariciada por lo social.
Pasamos suavemente hacia El Amor y el Erotismo, y se realzaron las risas. Unos cuantos, tocados inevitablemente por los brotes de combinaciones hasta ahora imposibles de palabras, se atrevieron a decir algo más. Pudimos escuchar como la sociedad se vio protegida de los asaltos de la sexualidad por el erotismo, desviando su fin último, transfigurándola, hecha metáfora, mediada por la palabra. Ya nadie se atrevió a dudar lo que Octavio Paz manifestaba a través de Magdalena Salamanca: “La Poesía es el testimonio de los sentidos”, y que estos sentidos se convierten en servidores de la imaginación, que transformada en poema, anticipaba una realidad. ¿Acaso no vivimos ahora el amor tal como se escribió hace siglos?, que levante la mano aquel que pueda amar ahora como habla del amor el poeta Miguel Oscar Menassa. Y alguno la levantó, sucumbiendo al engaño de su amor cortés enmascarado.
Para terminar y recordando que la belleza siempre está de la mano de la muerte, Ruy Henríquez manifestó con naturalidad pero sin poder evitar la conmoción de sus frases, que algo en el poeta debía morir para que se produjera la escritura poética. Las comas, los puntos, los silencios, las interrupciones, no era necesario utilizar la palabra muerte, está ahí, pautando la vida del poeta, dejando de ser él mismo, apartando su vida, aniquilando su ideología, en otra función que no es en lo social, aunque tenga que ver con lo social, en el diálogo entre la Vida y la Muerte. Y todo este rodeo para poder acceder al deseo, aunque nunca se vea satisfecho. Esta libertad de la que el poeta no puede gozar en su realidad se la brinda el poema, desrealizando, universalizando una emoción, haciendo morir cosas viejas para que nazcan otras nuevas, lo siniestro de la novedad que Jorge Luis Borges relata en el poema “Arte Poética”.
Esa novedad, esa sorpresa que Miguel Oscar Menassa nos produjo con sus versos, con sus poemas fuera de nuestro tiempo, pero en nuestro tiempo, en nuestras vidas no vividas. El fervor arroyó a los asistentes que presenciaron el recital de cierre en el Colegio Nuestra Señora de África. Los Indios Grises pusieron música a una voz tan fuerte como sus palabras, y la escucha silente se entregó en aplausos afectados por el placer efímero de aquella, verdadera Poesía. Libros de la Editorial Grupo Cero para regalar, cuatro sesiones de “Cadáveres Exquisitos” en la mesa y todo por hacer, quedó abierta la posibilidad poética para todos, si hacemos el trabajo.